En épocas remotas, las noticias circulaban de boca en boca y la historia era contada de abuelos a nietos, el hombre daba su palabra para firmar pactos, negocios, compromisos… Eran tiempos en los que la palabra tenía gran valor en la sociedad, hasta que el descubrimiento de la escritura convirtió a la palabra escrita en tablas, muros o papiros en la base de la cultura (Código de Hamurabi, el Corán, la Biblia…).
Después de siglos, nos encontramos rodeados de enciclopedias, voluminosos diccionarios, tratados filosóficos, literarios y libros, montones de libros con los que iniciamos un viaje, no solo por los sentidos y emociones, sino también por el conocimiento, sea cual sea su formato.
Ha sido un largo camino recorrido desde aquellos tiempos hasta ahora, pero la palabra escrita no ha perdido su valor y se consolida como el vehículo de la comunicación entre el hombre, los dispositivos y la propia tecnología, porque las palabras ya no se las lleva el viento, ya que, como dijo Poncio Pilato, “lo escrito, escrito está”.